domingo, 12 de octubre de 2014

Ambivalencia

La noche es tranquila y tu habitación está en completo silencio; la cama es cómoda, el clima es agradable, e incluso tuviste una buena cena. Hasta tomaste un «baño relajante». Pero te es imposible, ¿no, Sophie? El dormir. No puedes. Por más que lo párpados te pesen y el cansancio te consuma; simplemente no-puedes.

¿A que es por él, Sophie?

Pelearon. Siempre pelean. Siempre discuten, ¿verdad? Pero sabes que de alguna manera las confrontaciones no son enserio, a menos de que la incluyan a ella. Porque sientes (celos) y ese malestar en la boca del estómago cada que descubres que te está mintiendo para estar con ella; cada palabra falsa que sale de su boca y que tienes que fingir creer.

Pero te cansaste.

Así que te fuiste, huiste de su presencia para poder descansar y tener un poco de tranquilidad sin aquella mirada que te desarma y esa voz que te llena la pancita de mariposas, mareándote.

¿Cuántas veces has tenido este pensamiento? ¿Cuántas veces has dicho «ya no más, hasta aquí»? ¿Cuántas veces has tomado la decisión de alejarte, dejarlo ir, y seguir adelante sin él? ¿Diez veces? ¿Treinta? ¿Cincuenta? ¿Cien? ¿Cuántas, Sophie?

―¿Sophie?

Te sobresaltas. Levantas la cara de la almohada, y lo miras, imponente y atractivo sobre el marco de la ventana. Entra a tu cuarto, y se sienta en tu cama. Lo imitas. Sabe que estás molesta. No dices nada.

―¿Sigues molesta conmigo, Sophie?

«Sí. Estoy molesta y dolida, Gabriel, ¿lo sabías? Me da rabia y me duele el corazón que esté siempre para ti, apoyándote, queriéndote, aceptándote con tus mañanas de malhumor y tus manías, pero aun así tú estés siempre dejándome a la primera que ella aparece. Estoy molesta contigo por no poder elegir a una de las dos, y conmigo por no ser suficiente. Me duele. Me dueles.»

―No.

―¿Enserio? ―está sorprendido, claro, esperaba encontrarte de malhumor y a la defensiva.

―Sí, enserio ―le das una (triste) sonrisa y él hace una mueca, porque te conoce y sabe que estás fingiendo.

Sé fuerte. Aléjate. ¿Eso estabas pensando, no? Es la centésima vez que piensas en dejarlo ir. ¿Lo harás esta vez, Sophie?

―Perdón ―murmura él, haciéndote voltear el rostro rápido―. Perdóname por hacerte sentir molesta, Sophie. O triste. No me gusta verte triste, y odio saber que soy yo quien provoca eso en ti.

«Lo siento, Gabriel. Ya tomé mi decisión. Ahora ya es demasiado tarde».

Entonces pone su mano sobre la tuya, y te aprieta los dedos de manera tierna y cálida. Te sonrojas. El corazón se te va a salir del pecho, y te avergüenza saber que él se da cuenta.

Pero no lo está diciendo porque sí. Gabriel te lo está diciendo de corazón. Lo sabes. Lo conoces lo suficiente como para saberlo.

―¿Me perdonas, Sophie?

Lo miras a los ojos. Son dulces. La oscuridad de la habitación no te deja ver todas sus facciones, pero el corazón se te calienta, y no puedes evitar recargarte en su hombro y entrelazar su mano con la tuya. Cierras los ojos, y susurras en silencio:

―Te perdono, Gabriel.

Lo sabes. Sabes que no puedes dejarlo. No puedes estar sin él. Porque la misma fuerza que te hace querer salir corriendo es la que te hace desear seguir a su lado.

¿Ciento uno, Sophie?

7 comentarios:

  1. O_o muere de hambre. jajaja XD

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  2. jejjeje esta super y creo que se siente que lo que escribes es porque te ha sucedido a ti o alguien mas o ¿no? pero esta super sigue asi ;)

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    1. No, no todas son experiencias personales, y no todo sobre lo que escribo es algo que me ha sucedido. De hecho esto era un fic que había escrito ya hace tiempo y lo encontré y me gustó así que le cambié el contexto.
      Gracias por leer y comentar. :)

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  3. Andas peda.

    Muy buena historia.

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