Y ya

Es triste, porque quería gustarte. Me gustan las cosas inalcanzables. Quería verte reír todo el día y escucharte a las dos de la mañana despacito porque todos están dormidos. Quería que me pensaras tanto como yo lo hacía porque lo hago, y es tu culpa por todas las veces que me lo pediste («piénsame, ¿sí?»). Quería hablar contigo tanto, tanto, y por mucho tiempo. Quería que confiaras en mí. Ver que hay más allá de lo básico, de tus lentes oscuros, de tu camiseta blanca para dormir y de tu extraño gusto amargo de huír sobre un avión a donde la vida te desafiara. Quería conocerte, (de verdad conocerte), y aprenderme todos esos gestos bonitos que hacías. Y todo este tiempo estuve buscando una explicación, estuve culpándote a ti, a mí, y a la vida, intentando encontrarle un porque a este nudo en la boca del estómago y a tu razón para no quererme si yo te quiero. Pero entonces me di cuenta que a veces conoces a alguien, y ya. Que a veces conoces a una persona y te gusta con todas tus fuerzas, y te hace reír por cosas tontas y hablan todo el día y toda la noche, y le conoces justo después de levantarse y las pijamas antes de acostarse a dormir, e intercambian un poquito de sí en cada conversación... Sin embargo, llega un día en que se pierde el interés y ya, sigue cada quien con su vida. Sin motivos. Ningún destino, ninguna razón oculta, nada predicho con una razón en específico. Solo una coincidencia haberse encontrado en esta vida. Supongo que a veces es así. Es solo que soy muy torpe e ingenua y quizá tonta, así que sin querer te quise, tus ojitos que se pierden cuando sonríes y tu sentido de humor algo oscuro. No estoy segura en qué momento ocurrió pero pasó, y cuando me di cuenta ya no había vuelta atrás.

¿Qué era lo peor que podía pasar?

Esto.