Qué difícil es jugar a que no me duele, a que no me importa, a que me es indiferente cuando siento que por dentro el corazón se me achicharra como plástico al fuego, así haciéndose chiquito y desintegrándose dejándome solo un montón de humo apestoso y una esperanza muerta. Es más complicado a esta hora, no sé si por los recuerdos o porque la madrugada en sí es melancólica; enserio no lo sé. Solo sé que en estos momentos en más fácil quebrarme y llorarte y decirte todo, escribirte una carta que nunca te voy a enviar y hacer grabaciones bajo las sábanas en las que te cuento todo, todo y me rompo frente a nadie pero juego a que es frente a ti, a que me escuchas y que me tocas el cabello y que me dices «no llores más, preciosa» y entonces me arrullas hasta que me duermo. Pero al día siguiente solo está tu ausencia calándome entre la piel y los huesos y corriendo por entre mis venas. Simplemente soy... insuficiente.
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