lunes, 26 de agosto de 2013
Laberinto de tus ojos
Me volví a perder en tus ojos. Tus labios me guiaron hacia tu pupila, donde me ahogué hasta que mis pulmones se llenaron de agua dulce y de color azul celeste, que asfixió a mi corazón en un mar de palabras filosas. Tus manos llevaron mi cadera hasta tu iris, donde brillé tanto que terminé apagada por tu sombra, un negro tan claro que no es blanco pero que jamás ha sido negro. Tu boca me empujó entre tus pestañas, espesas y rizadas, donde dormí una siesta de mil noches y seis mil días, donde mis sueños se convirtieron en pesadillas, cobrando vida y convirtiéndote en el héroe de las batallas infinitas. Tus dedos traviesos me despertaron y me hicieron atravesar el desierto de tus parpados, sin un solo beso y si ningún solo abrazo, para torturarme y matarme despacito. Morí en el cristalino de tu esperanza, cansada y desecha, perdida y ansiosa por lo que me estabas prohibiendo, traviesa y curiosa, buscando la salida de mi laberinto favorito, donde tus deseos escondían ocho besos y donde al final los hallé. Y me encuentro colgando de tu lagrimal, húmedo como tu boca y escurridizo como el último beso que me robaste, columpiándome entre tus sueños inconclusos y tus susurros seductores. Ahí estoy, otra vez yo, solo tuya, solo para ti, perdida y encontrada, provocando tus besos y perdida en tus palabras.