sábado, 12 de abril de 2014

Recuerdo cuando me querías

Recuerdo cuando me querías. Cuando compartíamos los silencios. Recuerdo cuando no te interesaba si era muy noche para hablar; cómo susurrabas las palabras esperando que nadie te escuchase, como te reías con los ojos pequeñitos y brillantes y como me contabas historias improvisadas sobre un ella y un él y luego platicabas conmigo cuando pensabas que ya me había ido lejos. Me hablabas, me decías que me querías y que me amabas y me tocabas la cara, la boca, los ojos, me besabas la frente y me velabas el sueño, como si tuvieses miedo de que al cerrar los ojos y dormir yo hubiese desaparecido por la mañana.

Recuerdo cuando me querías. Cuando te parecía encantadora. Cuando no tenías un horario para mí porque yo era todo tu tiempo y tú eras todo el mío, y aunque estuviéramos veinticinco horas al día juntos parecía insuficiente, siempre necesitábamos más: más palabras, más miradas, más, más, más. Recuerdo todas las veces en que me derrumbé ante ti y no te importó que estuviera un poco rota y con un sabor siempre de tristeza agridulce, todas las veces en que te derrumbaste y siempre intenté repararte. Cuando descubrí cual era mi lugar favorito en el mundo y te gustaba tenerme ahí contigo, te gustaba sentirme aferrada a tu piel, y me protegías y me cuidabas y te agradaba ser mi ancla así como a mí siempre me gustó ser la tuya.

Recuerdo cuando me querías. Cuando me decías todo el tiempo «hermosa». Cuando teníamos esa seguridad de que para mí solo tú y para ti solo yo. Cuando éramos noches de películas, de música, de historias interminables de todo lo que queríamos convertirnos, de murmullos, de poemas, de cartas, de «te escribí algo: déjame leerte», de dedos entrelazados y de inmadurez e inexperiencia. Cuando me escribías. Cuando te provocaba ese cosquilleo en el estómago; cuando sentías ese nerviosismo antes de que te contestara el teléfono, cuando no te parecía fastidiosa, cuando le prestabas atención a todos esos pequeños detalles sobre mí y me tomabas de la cintura y del cabello y de las manos y éramos uno. Recuerdo cuando estabas ahí todo el tiempo. Que me llamabas si tenía un mal sueño y tenías miedo de perderme y prometimos nunca decirnos «adiós». Cuando me extrañabas y pensabas que valía la pena arriesgarlo todo por mí. Cuando me tenías en tu mente todo el tiempo y compartíamos esa cajita de recuerdos donde guardamos nuestras palabras, los momentos y los besos y ese álbum de fotos incompleto.

Recuerdo cuando me querías.

Y que yo te quisiera de vuelta era suficiente.

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